viernes, 5 de febrero de 2010

Le cadavre exquis boira le vin nouveau



Mete las letras en una palabra. La palabra en una frase. La frase en una hoja. La hoja en un libro. El libro en un cajón. El cajón en un armario. El armario en una casa y la casa se prende fuego. Fuego, sí, fuego y pulsos de perforación. El grito de la ciudad. ¡Qué complicada es mi obra en construcción!, complicada en extremo, es horrible, satura mi mente, la cual está llena de cajas, cajas que nunca abriré porque sólo contienen dolor, intenso, dolor, persistente, y todo esto la consecuencia de comer tanta comida mexicana y no tener un baño cerca. Lo necesito, es de extrema urgencia. NECESITO que me lean un cuento antes de ir a dormir, sino tengo sueños espantosos. Aún peores que las pesadillas. Sueño que caigo. Caigo en la eterna inmensidad y me recibe un asqueroso colchón. Un inmundo y repugnante colchón de cookies, hechas de huesos, salidas del cementerio claro. Perdónenme, ¿Qué pasa? ¿Le da asco?, creo que tengo derecho a hurgar mi nariz y estirar y peinar mi grasoso cabello cuando me plazca, no me parece del todo asqueroso. Usted me entiende ¿Verdad? Bueno, al fin y al cabo, las cookies así son un clásico, lo único perturbador es que quizá uno se esté comiendo a su propio tatarabuelo. ¡Pero que cosas mas ilógicas dices!- ¿Acaso eso era una pregunta?- No creo en el canibalismo, sobre todo en estos tiempos, pero sí es cierto que la familia es lo primero. Y la sangre, tu propia sangre, nunca será derramada en vano. Aunque cueste aceptarlo. ¡ADEMÁS, ES ULTRA NUTRITIVO!, seguro que es una recomendación médica, bueno, no sé si para tanto, pero a que saben deliciosas, turbias, pero deliciosas. Igualmente no sé por qué lo digo, ya nada me parece delicioso en esta vida. Esta fantabulosa vida que, no vaya a sorprenderse desprevenido lector ¡SOLO CUESTA VIDA!. Y cuyo ombligo es, claro está, el café matutino. La mejor manera de definir su aliento, mas no era exclusivamente matutino, sino también vespertino, de tarde, permanente (maldita zorra). ¡MALDITA!, ¿Por qué tanto odio al cepillo de dientes?. Es todo la culpa de esa asquerosa pasta amarillenta que suele adherirse como un moco al espejo de un ascensor. Ascensor cuyas cuerdas serán cortadas intencionalmente por alguien que odiaba a Mariel y a toda su bella tripulación de alegrías en fila india, como cuando éramos chiquitos.

1 comentario:

  1. Nuestros resultados fueron completamente satisfactorios. Me fascina como quedaron los cadáveres.

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